Hoy es uno de esos días en los
que no puedo evitar sentir que la vida me ha dado la gran patada, que es una
estafa enorme, que no se parece en nada a lo que creía que sería. Mucha gente
dirá que tengo una vida envidiable y que me quejo de vicio, y es más que
probable que tengan razón. No obstante, ¿quién controla los sentimientos?
¿Alguien tiene el control absoluto sobre su vida, su trabajo, sus estudios?
Siempre me ha llamado la atención una frase que viene en muchos libros de
autoayuda, y que si hablas con un psicólogo te la dirá casi seguro: “tú tienes
el control de tu vida, sólo tú decides cómo quieres que sea”. Tal vez me
equivoque, pero me parece una de las mayores mentiras que he oído en mi vida.
¿De verdad creen que sólo nosotros controlamos que las cosas vayan bien en
nuestro trabajo?, porque que yo sepa como el jefe tenga un mal día y no sepa
cómo afrontarlo paga toda la oficina su frustración, mal humor, desaires, etc.
Y seguro que ahora alguien me dirá “¿y si tú eres el jefe?” Bueno, si tienes
una empresa y ves que te faltan ingresos, o que te han recortado subvenciones,
o simplemente que los ingresos bajan porque cada vez se vende menos, no creo
que sea culpa del jefe…ya se sabe, la crisis…aunque tampoco quisiera caer en el
error de echarle la culpa de todo a la crisis. Por otra parte, si eres
estudiante muchísima gente te dice que aproveches los años de estudio que te
quedan, que, por lo visto, son los mejores. Bueno, no lo sé. Puedo decir que
como estudiante pasas, por lo menos en mi caso, todo el día en la facultad:
llegas a las 9 de la mañana, tienes dos horas para comer y acabas a las 7-8 de
la tarde. No sé vosotros, pero a mí esto no me parece muy motivador. Otro punto
a tratar, los profesores (que podemos decir que son nuestros jefes, si
comparamos vida de estudiante con vida de trabajador). ¿Qué estudiante no ha
sentido algún día deseos prácticamente incontrolables de matar a un profesor?
¿Quién no ha deseado alguna vez poder decir lo que piensa sin coacciones? Si,
si, ya lo sé, también pasa con el jefe. Ahora, ¿y los exámenes? Esos “pequeños”
papelitos malditos que nos hacen perder la cabeza durante varias semanas (o
meses, según la preocupación de cada uno). Es verdad que a principio de curso
te dan un calendario muy bonito, con muchos colorines y letras en negrita…pero
¿y los exámenes sorpresa? Oh, sí. Esos odiados papelitos que te pueden hundir
en la miseria como no lo tengas todo estudiado más o menos al día. Tales días
de examen sorpresa se te quedan grabados para siempre en la memoria (tal vez
por el trauma que te causan). ¿Quién no ha tenido que lidiar con la
hiperventilación por rabia esos días? ¿Quién no ha tenido que morderse la
lengua cuando el profesor te “pregunta” si el examen ha sido fácil? En resumen,
una fuente de estrés y ansiedad. ¿Quién no ha terminado un trabajo para
entregar media hora antes de la hora límite? ¿Quién no se ha enfadado por ir a
clase para que al día siguiente te digan que todo lo dicho en la clase anterior
está equivocado? ¿Quién no se ha peleado con un profesor por una décima más en
el examen para aprobar la asignatura, o para llegar a un notable, o a un
sobresaliente? Sinceramente, quien diga que no ha pasado por alguna de estas
experiencias o miente o es un extraterrestre. No obstante, no quisiera marcar
la vida del estudiante como algo negativo. De vez en cuando (muy de vez en
cuando), tienes suerte y te encuentras con un profesor con el que puedes hablar
con total tranquilidad, expresarle tus dudas, miedos, opiniones…sin ningún
temor porque te inspira la suficiente confianza como para hacerlo. En mis
cuatro años como universitaria sólo me he encontrado con uno, tal vez dos, y tengo que
reconocer que en muchas ocasiones ha sido una fuente de inspiración y
superación que me ha sacado a flote. En cuanto al plano personal, bueno, sigo
opinando que no se tiene el control absoluto. ¿Acaso alguien controla
absolutamente su vida? No lo creo. ¿Por qué? Bueno, el ser humano es social por
naturaleza, es decir, necesitamos rodearnos de otros seres humanos para poder
desarrollar todo nuestro potencial. En base a ello, es imposible que
controlemos por completo nuestros sentimientos, nuestras emociones, y esto se
debe a que, al menos en parte, esos sentimientos y emociones no le pertenecen a
uno exclusivamente, sino que nuestros sentimientos y emociones están ligados a
los de otras personas de nuestro entorno (principalmente familia y amigos).
¿Alguien no está de acuerdo? En ese caso que me conteste a una pregunta, ¿por
qué si un amigo tiene problemas nos sentimos mal, estamos preocupados? No es un
sentimiento propio, es un sentimiento compartido en el sentido de que son los
sentimientos de malestar de alguien cercano los que nos provocan nuestros
propios sentimientos de malestar y preocupación. Es cierto que no todas las
personas tenemos la misma capacidad empática hacia los sentimientos de otras
personas, pero, salvo en casos de enfermedades (autismo, síndrome de Asperger),
todos los seres humanos tenemos esa capacidad de ponernos en el lugar de la
otra persona y mostrar un reflejo de sus emociones. También es cierto que
muchas personas tienen miedo de estos sentimientos, y por ello se aíslan, se
encierran en su mundo y así se creen a salvo de todo problema ajeno. En cierto
modo es cierto, sólo tienen que enfrentarse a sus problemas, pero también es
cierto que tienen que enfrentarse a ellos solos. ¿Quién no ha deseado alguna
vez vivir solo en una isla desierta con cuatro cachivaches imprescindibles para
sobrevivir? Si os soy sincera, yo he estado en ambos lados, y descubrir el
mundo de la empatía me ha abierto los ojos. Hace unos años no le contaba a
nadie mis problemas, ni mis ilusiones, ni mis alegrías, ni mis fracasos,
ni mis triunfos. Vivía en un estado de
“soledad” absoluta, pero no echaba nada en falta. Sin embargo, por
circunstancias de la vida, conocí a alguien que me ayudó a ver y entender lo
que en realidad me estaba perdiendo: el cosquilleo de alegrarte por otra
persona cuando las cosas le salen bien, la amargura de saber que alguien a
quien quieres las cosas no le van bien, la tranquilidad de saber que siempre
habrá alguien que se preocupe por ti…Compartir todos estos sentimientos es algo
complejo, delicado y en ocasiones un poco cargante, pero los lazos que se crean
entre las personas que los comparten son algo mágico, una especie de unión
invisible que hace que si uno cae otro esté cerca para cogerlo, si uno sube el
otro esté cerca para compartir las vistas desde la altitud. Sinceramente creo
que es algo que todos deberíamos poder disfrutar, y a todas esas personas que
tienen miedo sólo les puedo decir que encuentren la fuerza y valentía necesaria
para probarlo. Es cierto que en ocasiones nos equivocamos, confiamos en las
personas equivocadas y nos dejan cicatrices; pero esas cicatrices sólo son un
indicativo de que peleaste en una batalla y perdiste, pero tuviste la fuerza
necesaria para levantarte. Levántate y muestra orgulloso tus cicatrices,
gracias a ellas te has convertido en la persona que eres. No tengas miedo, y
esto lo digo especialmente a esas personas que no lo hacen por miedo a
defraudar a la gente. No podemos anticipar lo que va a pasar, así que ¿por qué
no intentarlo? Y ya que empecé con un tópico, voy a acabar con otro: en esta
vida el que no arriesga no gana.