domingo, 23 de septiembre de 2018

Vivir lejos de casa no es para todos

Vivir lejos de casa no es para todos. 
Debes tener un corazón grande, lo suficientemente grande como para empacar todo lo que dejas: alegrías y dolores, amigos y amores.
Este bagaje cardíaco late incluso cuando tocas un suelo que no te pertenece, cuando estás acostado en un colchón que no tiene tu forma, y una almohada incómoda, y miras al techo y te preguntas a dónde vas.
Amigos que no son tuyos, una ciudad que no es tuya. 
Debes tener un corazón que a veces teme que otros se hayan olvidado, porque el presente ha tomado el control de sus vidas. 
Así que te acuestas en el colchón que ahora ha sufrido un poco tu peso,y la almohada es más suave por un lado,y vas encaminando el destino, tu destino. 
Estamos hechos de otra pasta, quien no lo vive no puede entenderlo.

viernes, 13 de abril de 2018

Sólo quiero huir de todo

Sólo quiero huir de todo. Estoy cansada, estresada, agobiada. No encuentro tiempo para mí, para hacer las cosas que me gustan y me hacen sentir bien. He llegado a un punto en el que no me conozco a mí misma. No sé qué quiero, no sé qué necesito, nada me satisface ni me hace feliz. Mi vida está regida por una férrea rutina autoimpuesta que no me deja respirar, me deja sin energía y se lleva mis ilusiones.
Me paso las mañanas trabajando, las tardes estudiando, y las noches...las  noches las paso en vela. Me cuesta dormir a pesar de que mi cuerpo me pide a gritos meterme en la cama. Las noches se hacen eternas dando vueltas en la cama, cuando no se convierten en cuentos de terror por las innumerables pesadillas que me acosan.
Mi cuerpo me ha hecho esclava del gimnasio, único método posible para generar endorfinas, unas endorfinas con una fecha de caducidad muy próxima. Y parece que ya ni eso me sirve, mi cuerpo pide a gritos que pare, que lo cuide, que descanse y que haga lo que me hace feliz.
La pregunta es: "¿Puedo parar? ¿Me está permitido darme un respiro?" Sólo yo puedo responder, y eso es lo que más miedo me da. Sé que yo no me lo voy a permitir, y que esto va a seguir así hasta que mi cuerpo diga basta.Y será él quien ponga freno a esta locura, nadie más podrá pulsar el botón de parada, nadie más conseguirá detener este ritmo infernal.
Sólo quiero parar, coger aire y correr hasta el fin del mundo, donde nadie pueda encontrarme.

domingo, 24 de diciembre de 2017

Diciembre

Diciembre. Mes de vacaciones y de fiestas en familia. Casi todo el mundo adora estas fiestas. Las familias se juntan, los amigos se reúnen, las calles se llenan de gente feliz que carga grandes bolsas y paquetes. El ambiente cambia, e incluso cambia el olor en el aire: fragancias de dulces elaboraciones pasteleras invaden nuestro entorno. Todo suena tan bien, tan apetecible y deseable…y sin embargo, yo no siento lo mismo. Para mí diciembre es una tortura. Significa que a la vuelta de las “vacaciones” están los exámenes, una fuente de estrés y ansiedad constante en mi vida. No hay ni un solo día que no me pregunte ¿cuánto tiempo más voy a tener que pasar por esto? Y claro, eso me lleva a plantearme a mí misma qué hago estudiando la carrera que estoy estudiando. Nunca me ha gustado, ni me gusta, ni me gustará. Fue un plan z. Yo quería estudiar otra cosa, pero no pudo ser, y en lugar de dar un puñetazo en la mesa e imponer mis prioridades, decidí ser la niña buena y sumisa que siempre fui. Ahora me veo atrapada en una carrera que me roba años y, sobre todo, energía y casi ganas de vivir. A medida que se acercan los exámenes las noches en vela crecen, no por estudiar, sino porque no puedo dormir pensando en el fracaso y la decepción tan enorme que soy para mi familia. Las noches se hacen interminables acurrucada bajo las mantas, pugnando por no hacer ruido al llorar, ruido que pueda alertar a mis padres, no vaya a ser que se den cuenta de que estoy pasándolo tan mal que no puedo evitar llorar todas las noches hasta caer rendida de agotamiento para dormir unas pocas horas y empezar un nuevo día de tortura. La rutina me devora, y las ganas de que todo se acabe crecen. Lo intento, lucho, me caigo y me vuelvo a levantar. Un día, otro, otro más. Pero nunca se acaba, nunca llega el final del libro. No hay un “happy ending” en esta historia. Y dentro de esta vorágine me he tenido que convertir en una experta de la mentira y la pretensión. He tenido que aprender a esconder mis sentimientos y a aparentar prácticamente las 24 horas del día. No puedo hablar con nadie de mis sentimientos, de mis inquietudes ni de mis debilidades. No puedo defraudar más a nadie, ya he cometido demasiados errores en mi vida, errores que no puedo repetir y que tengo que enmendar. Tengo que ser la niña perfecta que mis padres conocieron, sin fallos ni deslices. Tengo que cumplir la promesa que le hice a mi abuela en mi último adiós, en ese momento en el que me quedé a solas con ella por última vez. Siento que vivo una vida que no es la mía, pero que es lo que tengo que hacer. Vivo la vida que alguien debía haber vivido, pero que se fue muy pronto. Lucho a diario por intentar cumplir su sueño, pero cada día que pasa estoy más perdida y más hundida en el fango. Intento salir y me hundo más. El problema es que llevo haciendo esto tantos años que ya no sé cómo salir, no sé quién soy, no sé qué quiero hacer y a diario dudo si merece la pena todo este esfuerzo. Nadie me ha obligado a hacer lo que estoy haciendo, pero siento que es lo que debo hacer, aunque me haga pedazos por dentro. Siento que no tengo derecho a pegar un puñetazo en la mesa y expresar lo que pienso y siento, que no puedo ser egoísta y desagradecida, porque sin las muchas oportunidades que se me han dado no estaría en ninguna parte. Desde muy pequeña se me contó la verdad sobre mis orígenes, y mi personalidad se forjó en torno a esa verdad. La gente dice que siempre es mejor saber la verdad. Yo no estoy para nada segura. Hay ciertos temas que son demasiado delicados como para ver las cosas claras. “¿Sería más feliz si no lo supiera?” “¿Me habría enterado más adelante?” De haberme enterado “¿me habría enfadado que no se me hubiese dicho la verdad desde el principio?” Nunca lo sabré. Lo que sí sé es que me gustaría saberlo todo, no la mayoría. Pero no puedo escarbar ahora, no puedo investigar. Sería una niñata desagradecida y egoísta que sólo conseguiría hacer daño a su familia. Eso no me lo puedo permitir. Las dudas se quedarán sin resolver hasta que yo me quede sola. Los sentimientos y los miedos se quedarán atascados en mi pecho y en mi alma hasta que pueda gritarlos al mundo, cuando ya no me quede nadie a quien decepcionar. Siento que soy un fracaso y una decepción para mi familia y la gente que me rodea. Intento hacer las cosas lo mejor posible para que se sientan orgullosos de mí, pero no consigo hacer nada bien. Me afecta incluso decepcionar a gente que no es tan cercana. Vivo para los demás y no para mí. No sé cómo cambiar, no sé cómo pedir ayuda, ni cómo conseguir expresar lo que siento. Hace tanto tiempo que vivo así que me he perdido en este maremágnum de mentiras y ocultaciones. Ocultar mis sentimientos es lo único que sé hacer bien, lo cual sólo hace que me sienta incluso peor. Llorar hasta quedarme dormida, acurrucarme en la cama abrazada a un cojín, sentarme en el suelo bien metida en una esquina de la habitación, abrazarme las rodillas contra el pecho mientras me siento apoyada contra la pared…mi vida se reduce a eso. Hay días en los que el frío me revitaliza, me llena los pulmones y hace que sienta un dolor físico que consigue sacarme de mi atribulado mundo y me abre parcialmente los ojos. Mi vida es una mierda. Apenas tengo a nadie, y la poca gente que queda a mi alrededor se va marchando poco a poco, dejándome sola. No los culpo. ¿Quién quiere estar con una persona como yo? Parece que estoy pagando todas las atrocidades y maldades que cometí en otra vida. Supongo que lo merezco. Sé que he tocado fondo, así que supongo que ahora sólo queda salir poco a poco. Dolerá, será difícil, estaré sola y lucharé muchísimo más de lo que he luchado en toda mi vida. No sé si seré capaz de hacerlo, quizás me fallen las fuerzas. Intentaré cambiar y hacer que todos estén orgullosos de mí, pero no puedo garantizar que la historia tenga un final feliz. El carrusel no deja de girar, no puedes bajarte…¿o sí? 

viernes, 10 de noviembre de 2017

Be the sun

Don't let what he wants eclipse what you need. He's very dreamy, but he's not the sun. You are

sábado, 17 de junio de 2017

Ojalá te hubiese conocido...

Sabes que te quiero y siempre te querré. Ojalá te hubiese conocido...


Hoy he recurrido a tu foto. He visto tu cara, y cómo tus ojos reflejaban los sueños que tenías en mente, sueños que te habrían llevado a la cima del mundo. Nunca me había fijado con atención, pero al ver tu cara he visto la mía. Tus cejas, mis cejas; tus ojos, mis ojos; tu pelo, mi pelo. Lo que no he visto han sido tus sueños en mis ojos, y eso me ha hecho reflexionar. Tú sabías perfectamente qué querías hacer, y yo también. Resulta irónico que ninguna de las dos hayamos sido capaces de cumplir nuestros sueños. A ti te los arrebataron, junto con tu vida, demasiado pronto. En mi caso la culpa fue mía. El caso es que aunque no pude cumplir mis sueños, vi que tal vez podría cumplir los tuyos. En ese momento me pareció una señal, y como náufrago desesperado me aferré a esa posibilidad. Sabes que no estaba pasando por un buen momento, y supongo que me agarré a un clavo ardiendo. Durante los últimos 8 años me aferré a ese clavo ardiendo sin pensar que si lo soltaba dejaría de doler, sólo por tratar de haceros felices a todos. No sabía qué otra cosa hacer.

Hoy he recurrido a tu foto sin saber muy bien qué buscaba. Llevaba tiempo pensando que tener tu foto en mi mesa me ayudaría, me inspiraría y conseguiría mitigar un poco el malestar y la angustia que todo esto me produce, pero en seguida supe que no podía hacerlo. Tu marcha marcó a todos y cada uno de los miembros de tu familia, incluso a los que no tuvimos ni el honor ni la suerte de conocerte. Sé la cicatriz que tu partida dejó en el alma de mi padre, y precisamente por eso no puedo poner tu foto en mi mesa; ambas sabemos que le dolería demasiado volver a verte.

Sé que has estado a mi lado estos largos años en el duro camino, y que si no es por ti, habría tirado la toalla hace mucho tiempo. Me ayudaste a tu manera en los momentos en los que más falta me hacías, y sé que lo seguirás haciendo. Por eso me duele tanto tener que decirte esto: creo que no lo conseguiré. Me desgarra el alma tener que admitir que no soy lo suficientemente buena, que nunca llegaré a cumplir nuestros sueños, tus sueños. Parecía que después de lo mal que lo había pasado el curso anterior éste sería pan comido, pero no podía estar más equivocada. No me tomé el tiempo suficiente para reponer fuerzas, y a la larga me ha pasado factura. Lo más irónico de todo esto es que no me duele fracasar, lo que me duele es fallarte a ti y a toda nuestra familia. No hay nada peor que esto.

Hoy he recurrido a tu foto tal vez en busca de inspiración, esperando tal vez que pudieses ayudarme como has hecho desde que nací, y no puedo evitar pensar que soy una egoísta. Nunca he hecho nada por ti y no paro de pedirte ayuda. Esperaba poder terminar esta carrera y seguir los pasos que tú tanto deseabas dar, compensar toda tu ayuda siguiendo el camino que tú me habías dejado marcado.

Hoy he recurrido a tu foto en busca de redención, sabiendo que es muy posible que mi viaje se termine este año sin haber conseguido cumplir tus sueños, sin haber superado mis objetivos. En cuanto he visto tu cara, serena y sonriente, no he podido reprimir las lágrimas, sintiendo que sólo tú podrías haber superado la meta a la que yo me estoy enfrentando. Me he visto reflejada en ti, y también he visto que ese reflejo no era tan perfecto y especular como creía. He visto cuantísimo nos parecemos, pero, por primera vez, he visto las diferencias que nos hacen individuales.

Hoy he recurrido a tu foto en busca del consuelo que desde hace tiempo necesito. Ambas sabemos que lo necesito, y ambas sabemos que nunca lo tendré porque no sé cómo pedirlo. Un consuelo que mitigue el llanto de mi alma y el dolor de la decepción que soy para todos.

Hoy he recurrido a tu foto en busca de la calidez de tus ojos, calidez capaz de deshacer la gruesa capa de hielo que ha encerrado a mi alma y mi corazón. Ojalá pudieras abrazarme y ayudarme a deshacerme de la frialdad con la que el fracaso ha envuelto mi cuerpo.

Hoy he recurrido a tu foto y me ha dado tantas cosas…pero no me ha dado lo que en el fondo de mi alma sabía que quería: una segunda oportunidad para las dos. Una oportunidad para que tú pudieras cumplir tus sueños. Una oportunidad para mí de no tener que vivir a tu sombra, intentando reemplazarte y hacer que te sientas orgullosa de mí. Una oportunidad para nuestra familia de vivir una vida con menos dolor. Una oportunidad para ti de formar tu familia. Una oportunidad para mí de haberte conocido. Una oportunidad para nuestra familia de haberte visto triunfar. Una oportunidad para el mundo de haber sido mejor con tu presencia en él.

Hoy he recurrido a tu foto y me ha dado la serenidad, paz y tranquilidad espiritual que tanto necesitaba. Me ha hecho comprender que pase lo que pase estarás orgullosa de mí, y que siempre estarás a mi lado. Sólo espero poder cumplir tus sueños y lograr mis metas.


Sabes que te quiero y siempre te querré. Ojalá te hubiese conocido…

viernes, 16 de junio de 2017

TU SOLO VIVE

Somos lo que decidimos. Tomamos nuestras propias decisiones y, en base y en torno a ellas forjamos nuestra personalidad. No siempre acertamos, y son precisamente esos fallos los que nos hacen crecer, madurar y aprender. Nos equivocamos, pasamos unos días lamiéndonos las heridas, nos levantamos, juramos que no volveremos a tropezar en la misma piedra y seguimos adelante. El problema es que siempre hay una piedra, y, por desgracia, suele ser la misma en la que hemos tropezado toda la vida. En ocasiones está colocada de manera que es imposible que no tropieces, pero en la mayoría de los casos está apartada del camino, relegada a un mínimo arcén, probablemente oculta...y aún así, nos empeñamos en buscarla para poder tropezar con ella.
No deja de resultar irónico que caigamos siempre en el mismo error, pero supongo que en nuestro subconsciente, esa piedra o ese error son “zonas de comfort”. Sí, lo sé, parece contraintuitivo...de ahí que sea irónico. Sabemos que, como personas, nos equivocaremos desde que nacemos hasta que morimos, desde el mismo momento en el que empezamos a tomar decisiones hasta que se nos acaba nuestro tiempo. Cometer errores es nuestra forma de aprender, y aprendemos constantemente. Sin embargo, tratamos de protegernos de mil y una maneras, desde encerrar nuestro corazón después de una ruptura amorosa hasta repetir conductas del pasado que no han sido satisfactorias.
Ahora bien, ¿por qué nos salimos del camino para tropezar con la misma piedra? Pues por la sencilla razón de que para nosotros esa piedra no deja de ser una vieja amiga. Sabemos las consecuencias que acarrea tropezar con ella, y en mayor o menor medida, ya sabemos cómo hacer frente al dolor y sufrimiento que esa piedra nos provoca. Quizás sea más fácil repetir el mismo error que enfrentarse a nuevas situaciones. Cometer nuevos errores, además del miedo al propio error, nos provoca la angustia y ansiedad de no saber cómo enfrentarnos a él. Nos estancamos, repetimos patrones de conducta y comportamiento en un mero, ilusorio y vano intento de protegernos de lo desconocido, del miedo al rechazo, del miedo al fracaso, del miedo...del miedo al miedo.
Entonces, ¿es justo decir que cometemos errores toda la vida? ¿Y es justo decir que aprendemos de nuestros errores toda la vida? ¿Cómo podemos aprender si no dejamos de caer en el mismo error, la misma trampa; no dejamos de buscar a nuestra vieja amiga piedra para tropezar con ella? Lo cierto es que el tiempo puede parecer un cruel enemigo que avanza inexorable sin darnos un respiro, pero en realidad es nuestro mejor aliado, nuestro mejor amigo, incluso mejor que nuestra vieja amiga piedra. El tiempo va poniendo todo en su sitio, nos va dando experiencia, herramientas con las que enfrentarnos a las dificultades, herramientas con las que hacer frente a nuestra engañosa amiga piedra, calma y sosiego necesarios para volver a encontrarnos a nosotros mismos después de un mal trago, paz interior para hacer las paces con nosotros mismos después de caer por enésima vez en la misma trampa, frialdad y capacidad de análisis para estudiar objetivamente los pasos que hemos seguido hasta nuestro desliz, y sobre todo nos aporta esa serenidad espiritual con la que hacer frente a nuestros propios pensamientos autodestructivos. El tiempo nos da perspectiva para poder relativizar la importancia de las cosas en la vida. Y sobre todo, nos da las suficientes lágrimas para hacer frente a todas esas situaciones que desearíamos no tener que sobrellevar.
La vida puede parecer una mierda, e incluso puede ser una mierda en muchas ocasiones. Sin embargo, no significa que la vida no merezca ser vivida, ser aprovechada. La vida no deja de ser un conjunto de situaciones al que hay que hacer frente con una sonrisa en los labios, con serenidad y paz espiritual y con la conciencia tranquila.
La vida es un regalo, aprovéchalo, saca lo mejor de ella, equivócate sin mortificarte por ello, ayuda a quienes lo necesiten y sé feliz. La vida es eso. Suéltate el pelo y deja que el viento te azote la cara, canta bajo la lluvia, acuéstate cuando amanece, acórtate la falda, ríete del dolor y llora de alegría. Es fácil, lo único que tienes que hacer es VIVIR

miércoles, 14 de junio de 2017

Corre, nena, corre

El sistema suprarrenal reacciona al estrés liberando hormonas que nos hacen estar alerta y reactivos. El problema es que el sistema suprarrenal no puede diferenciar entre un caso normal de nervios y un inminente desastre.
El cuerpo no sabe la diferencia entre nervios y emoción, pánico y duda, el principio y el final. El cuerpo te dice que lo mandes todo al carajo. A veces lo ignoras, eso es lo más razonable. Pero otras, escuchas. Se supone que tienes que confiar en tus entrañas ¿no? Cuando tu cuerpo te dice corre… corre.