Somos lo que decidimos. Tomamos nuestras propias decisiones y, en base y en torno a ellas forjamos nuestra personalidad. No siempre acertamos, y son precisamente esos fallos los que nos hacen crecer, madurar y aprender. Nos equivocamos, pasamos unos días lamiéndonos las heridas, nos levantamos, juramos que no volveremos a tropezar en la misma piedra y seguimos adelante. El problema es que siempre hay una piedra, y, por desgracia, suele ser la misma en la que hemos tropezado toda la vida. En ocasiones está colocada de manera que es imposible que no tropieces, pero en la mayoría de los casos está apartada del camino, relegada a un mínimo arcén, probablemente oculta...y aún así, nos empeñamos en buscarla para poder tropezar con ella.
No deja de resultar irónico que caigamos siempre en el mismo error, pero supongo que en nuestro subconsciente, esa piedra o ese error son “zonas de comfort”. Sí, lo sé, parece contraintuitivo...de ahí que sea irónico. Sabemos que, como personas, nos equivocaremos desde que nacemos hasta que morimos, desde el mismo momento en el que empezamos a tomar decisiones hasta que se nos acaba nuestro tiempo. Cometer errores es nuestra forma de aprender, y aprendemos constantemente. Sin embargo, tratamos de protegernos de mil y una maneras, desde encerrar nuestro corazón después de una ruptura amorosa hasta repetir conductas del pasado que no han sido satisfactorias.
Ahora bien, ¿por qué nos salimos del camino para tropezar con la misma piedra? Pues por la sencilla razón de que para nosotros esa piedra no deja de ser una vieja amiga. Sabemos las consecuencias que acarrea tropezar con ella, y en mayor o menor medida, ya sabemos cómo hacer frente al dolor y sufrimiento que esa piedra nos provoca. Quizás sea más fácil repetir el mismo error que enfrentarse a nuevas situaciones. Cometer nuevos errores, además del miedo al propio error, nos provoca la angustia y ansiedad de no saber cómo enfrentarnos a él. Nos estancamos, repetimos patrones de conducta y comportamiento en un mero, ilusorio y vano intento de protegernos de lo desconocido, del miedo al rechazo, del miedo al fracaso, del miedo...del miedo al miedo.
Entonces, ¿es justo decir que cometemos errores toda la vida? ¿Y es justo decir que aprendemos de nuestros errores toda la vida? ¿Cómo podemos aprender si no dejamos de caer en el mismo error, la misma trampa; no dejamos de buscar a nuestra vieja amiga piedra para tropezar con ella? Lo cierto es que el tiempo puede parecer un cruel enemigo que avanza inexorable sin darnos un respiro, pero en realidad es nuestro mejor aliado, nuestro mejor amigo, incluso mejor que nuestra vieja amiga piedra. El tiempo va poniendo todo en su sitio, nos va dando experiencia, herramientas con las que enfrentarnos a las dificultades, herramientas con las que hacer frente a nuestra engañosa amiga piedra, calma y sosiego necesarios para volver a encontrarnos a nosotros mismos después de un mal trago, paz interior para hacer las paces con nosotros mismos después de caer por enésima vez en la misma trampa, frialdad y capacidad de análisis para estudiar objetivamente los pasos que hemos seguido hasta nuestro desliz, y sobre todo nos aporta esa serenidad espiritual con la que hacer frente a nuestros propios pensamientos autodestructivos. El tiempo nos da perspectiva para poder relativizar la importancia de las cosas en la vida. Y sobre todo, nos da las suficientes lágrimas para hacer frente a todas esas situaciones que desearíamos no tener que sobrellevar.
La vida puede parecer una mierda, e incluso puede ser una mierda en muchas ocasiones. Sin embargo, no significa que la vida no merezca ser vivida, ser aprovechada. La vida no deja de ser un conjunto de situaciones al que hay que hacer frente con una sonrisa en los labios, con serenidad y paz espiritual y con la conciencia tranquila.
La vida es un regalo, aprovéchalo, saca lo mejor de ella, equivócate sin mortificarte por ello, ayuda a quienes lo necesiten y sé feliz. La vida es eso. Suéltate el pelo y deja que el viento te azote la cara, canta bajo la lluvia, acuéstate cuando amanece, acórtate la falda, ríete del dolor y llora de alegría. Es fácil, lo único que tienes que hacer es VIVIR
No hay comentarios:
Publicar un comentario