martes, 24 de marzo de 2015

Niños, maestros de los adultos

¿De verdad estamos en primavera? ¿Dónde está el sol? ¿De verdad así van a florecer los árboles, van a brotar las flores? ¿Cómo van a cantar los pájaros si la lluvia y el frío les invita al recogimiento? Esto es lo que yo me pregunto, pero de la que venía a clase pasé por delante de un colegio. Lo normal en primavera es ver a niños correteando con calcetines por la rodilla y pantalón corto, niñas con vestidos y chaquetas de punto...pero me encuentro a un revoltijo de padres e hijos todos con bufandas y guantes, enfundados en chubasqueros y protegidos por enormes paraguas que impiden el tránsito por las aceras. Pacientemente espero a que los niños vayan entrando al patio del colegio y a que los padres se despidan y den sus últimas indicaciones a sus hijos para protegerse del frío (indicaciones que lo más probable es que caigan en saco roto). En esas estoy cuando oigo a una niña que pregunta: "¿Papá, dónde se ha escondido el hada de la primavera? Es una vaga, ya debería haber hecho crecer las flores, desaparecer las nubes. También tendría que haber traído a los pajaritos que en invierno se van de vacaciones a Canarias porque aquí hace mucho frío.¿Por qué tenemos que esperar tanto a que venga?" Y yo, con la cara arrebolada de frío y las manos entumecidas sonrío y pienso para mí misma: "Bendita inocencia infantil". Por fin entran todos los niños a clase y yo consigo seguir mi camino, pero la voz de la niña sigue metida en mi cabeza, rondando entre mis pensamientos. Sigo caminando y pensando en esa niña. Lo cierto es que me ha hecho sonreír, pero también me ha hecho pensar. La inocencia infantil a veces está cargada de tantos matices que poco tienen que ver con la inocencia...si todos escuchásemos más a los niños podríamos aprender tantas cosas y recordar lo que de verdad importa en la vida. Niños, sois el futuro, y también el presente, nuestro presente. Por mucho que nos pese a los adultos, vosotros sois los más importantes, sois los que nos ancláis al mundo real con vuestra inocencia, con vuestra despreocupación, con vuestra forma de ver la vida, de distinguir lo importante de lo superficial...sin niños el mundo se muere. Gracias a esos pequeños diablillos que consiguen que los adultos aprendamos lecciones todos los días.

jueves, 19 de marzo de 2015

La vida...cómo cambia la vida

La vida, cómo cambia la vida en función de las experiencias y vivencias propias de una persona. El tiempo, nuestro entorno, nuestra familia...todo influye. No somos seres individuales, nos relacionamos unos con otros, y es esa relación la que va forjando nuestra personalidad, nuestra forma de ser. Recuerdo a una niña que, desde el principio, desde que tuvo uso de razón, supo la verdad de sus orígenes,  de su pasado. Esa niña forjó su personalidad en torno a esa verdad, dejó que su vida girase en torno a ésta. Nunca se sintió diferente, su familia se encargaba de ello; y, sin embargo, siempre necesitaba demostrar a los demás que no se habían equivocado al elegirla a ella entre otras niñas.  Sentía que estaba en deuda, y la única forma que conocía en ese momento de agradecer esa oportunidad era ser la mejor en todo. Sacaba muy buenas notas, estudiaba idiomas, practicaba deportes, participaba en competiciones y se enfadaba siempre que perdía,  estudiaba música y cantaba. Era una niña feliz y exitosa en todo lo que hacía. Lo que muchos no veían era que esa niña se mordía las uñas,  era tímida,  insegura, se refugiaba en el mundo de los adultos, estaba obsesionada con la perfección absoluta y quería ser el centro de atención en todo momento. Nadie sabía ver más allá.

Poco a poco, esa niña fue creciendo, y a medida que lo hacía se encerraba más en su mundo. Nunca hablaba de sus problemas,  ni de sus inquietudes, sus miedos o sus preocupaciones. Sentía que si lo hacía demostraba debilidad, lo que decepcionaría a esas personas a las que deseaba impresionar, esas personas que quería que se sintiesen orgullosas de ella. Esa niña aprendió a disimular, a tragarse las lágrimas en público, a llorar en silencio por las noches cuando todos dormían;  aprendió a fingir una sonrisa y a tragarse los problemas e incluso sus propios sentimientos.

Poco antes de que las alocadas hormonas adolescentes le hicieran perder el poco sentido común con el que regía su vida, esa niña perdió momentáneamente en control. Su mundo se derrumbó y esas personas a las que intentaba deslumbrar con su buen hacer en todo lo que emprendía vieron una tremenda grieta en su muro protector. Tuvo que dejar salir parte de la "amargura" que tenía escondida en el fondo de su alma, pero supo guardar la compostura y los secretos más oscuros se quedaron atascados en su pecho. Un cambio de aires le proporcionó una bocanada de aire fresco que le permitió volver a respirar. En ese momento, esa niña descubrió otra faceta en la que podía destacar: sabía escribir. Se había presentado a un concurso literario y había ganado el primer premio, había encontrado algo más en lo que ser el centro de atención. Fue feliz rodeada de libros, tonteando con la literatura, y ésta fue su primer amor; pero esa felicidad no duró mucho tiempo. La adolescencia hizo su entrada y las hormonas (esos pequeños mensajeros químicos de naturaleza casi diabólica por los efectos que causan) hicieron que perdiese el norte por completo. Muy poca gente lo veía, pero los ojos de aquella niña se habían apagado, igual que la luz interior que siempre la acompañaba. Esa niña ya no era una niña, era casi una mujer, una mujer que había aprendido a controlar sus impulsos, que había conseguido reprimir sus emociones y ocultar en todo momento sus sentimientos. Era una joven mujer triste, asustada, encerrada en su burbuja en todo momento. Esa joven mujer había perdido su esencia al intentar demostrar ser lo que nadie puede ser: una mujer perfecta.

Cuando más sumida en la tristeza estaba, recibió un cruel golpe de la vida, quien con una perversa carcajada del destino se llevó a la única persona con la que podía ser sincera. No supo cómo enfrentarse a ello y quiso quitarse la vida. El destino, cruel pero también justo, jugó a su favor y le salvó la vida. Esa joven mujer había dejado marcada una tremenda cicatriz en su alma, cicatriz que la acompañaría toda su vida.

Poco a poco, las cosas fueron volviendo a su sitio, pero esa joven mujer seguía siendo insegura y tímida, aunque había aprendido que la perfección no existía. Su timidez e inseguridad se confundían a menudo con soberbia. Casi toda la gente la veía como a una pija estirada que se creía superior al resto del mundo. Muy pocas personas se tomaron la molestia de escarbar y de quitar poco a poco piedras del muro que protegía su corazón.  Esas personas se convertirían en su familia, esa familia que cada uno elige de forma voluntaria: los amigos.

Aunque esa mujer había aprendido que la perfección no existía,  seguía intentando complacer a todos los que la rodeaban, haciendo promesas que secretamente se juró cumplir, aunque las personas a las que se lo había prometido ya no estuvieran con ella. En un momento dado abrió su corazón a una persona que le dijo que no debía obsesionarse intentando no decepcionar a la gente que ya no está con nosotros. ¿No lo entendía?  Sí que están con nosotros, siempre lo harán; aunque en cierto modo sabía que su confidente tenía razón. Esa joven mujer fue derribando barreras y cumpliendo promesas. Le costó muchas lágrimas,  pero sabía que estaba haciendo lo correcto.

Esa niña,  esa joven mujer soy yo. La vida me ha hecho dar muchas vueltas, y aunque me gustaría poder decir que he cambiado, lo cierto es que en el fondo de mi alma sé que sigo siendo esa niña pequeña asustada que busca complacer a los que me rodean. Y, aunque en esencia soy la misma, he aprendido que la perfección no existe y que vivir intentando complacer a todo el mundo es una pérdida de tiempo. Lo único que puedo hacer es seguir los dictados de mi corazón y tratar de complacer mi propia conciencia. Vivir no debe ser un esfuerzo, es un milagro, y no pienso desperdiciar ni un solo minuto preocupándome por cosas que escapan a mi control.

martes, 17 de marzo de 2015

Altering the modern mind

A recently published book claims that the amount of time we spend on the Internet is changing the very structure of our brains. Its thesis is simple enough: not only that the modern world's relentless informational overload is killing our capacity for reflection, contemplation and patience, but that our online habits are also altering the way our brains are wired.

In the book, the author looks back on such human inventions as the map and the clock and the extent to which they influenced our essential models of thought. He argues that the Internet's multiplicity of stimuli and mass of information have given rise to hurried and distracted thinking. Without putting too fine a point on it, the author concludes that our ability to learn anything at all worthwhile has become superficial. Surprisingly very little research has looked into the Internet's effects on the brain, but further research is in hand and is investigating whether deep-thinking processes really are in danger of diappearing.

Photography at its most daring

Photographers who have worked so close to volcanoes that their clothes started to burn, come within stroking distance of tigers in the wild, or dived under the sea ice freezing cold water have joined forces for an exhibition, billed as displaying images from the harshest places on Earth.

Polar bears and seals were captured on camera by a photographer who grew up in the Arctic and trained as a marine biologist. He dives under the sea ice to swim with his subjects, once offending a leopard seal by refusing the penguin she tried to feed him with. Another exhibitor has recorded not only tigers but also chimpanzees that had never before encountered human beings. The volcano enthusiasts work in fireproof suits, always at risk of becoming so transfixed by the beauty of the eruptions that they venture too close. There are invisible pockets of gas as well as flames, all of which contribute to the deadly perils of being an extreme photographer.

¿El exceso de actividad nos mantiene vivos?

Hoy ha sido uno de esos días de no parar, de darte cuenta de que es la hora de comer porque te lo recuerdan tus tripas, en un desairado rugido de furia en un imperioso intento de llamar tu atención. He pasado la mañana entre microscopios, preparaciones, diagnósticos de casos patológicos...en un fascinante mundo de imágenes de afecciones patológicas. También he pasado la mañana sumergida en el no tan fascinante mundo de la microbiología, un desesperante mundo en el que nunca encuentras lo que buscas (al menos hoy, ha sido una mañana muy poco productiva en este sentido), pero de lo  más entretenido. ¿Me gusta por el hecho de ser una especie de puzzle gigante al que le faltan piezas? Pues la verdad es que no tengo ni idea. Lo único que sé con total certeza es que hoy me siento más viva y animada que nunca, hago lo que me gusta y me gusta lo que hago. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien, a pesar de haber tenido un día de lo más movidito. ¿Soy tan especial que no soy feliz a menos que esté al borde de un ataque de ansiedad? Bueno, no será para tanto, que luego me decís que soy una exagerada, y con toda la razón del mundo. Uno no se estresa cuando aprende a ver la belleza de las cosas, le gusten o no. Siempre hay algo que brilla con luz propia, sólo hay que aprender a distinguir la belleza de la banalidad. El buen tiempo y el calor también animan, por supuesto. No es lo mismo levantarse y ver el sol que levantarse en una oscuridad propiamente nocturna. También supone un aporte extra de energía llegar a casa cuando todavía es de día. La oscuridad nos hace letárgicos y consigue que nos olvidemos de la belleza del mundo. Aprovechemos estos días de buen tiempo para cargar nuestras energías y, sobre todo, para llenarnos de vida, pero eso no basta. Lo más importante de todo es aprender a dosificar esa vitalidad, esa energía y esa euforia para poder sacarla cuando lo que nos rodea no invita al jolgorio y la algarabía. Disfrutad del sol, y aprended a dosificar lo bueno de la vida, que nunca se sabe cuando nos puede hacer falta.

Training sports champions

What are the abilities that a professional sports person needs? To guarantee that opponents can be overcome, speed, stamina and agility are essential, not to mention outstanding natural talent. Both a rigorous and comprehensive fitness regime and a highly nutritious diet are vital for top-level performance. It is carbohydrates, rather than proteins and fat, that provide athletes with the endurance they need to compete. This means that pasta is more benefitial than eggs or meat. Such a diet enables them to move very energetically when required. Failure to follow a sensible diet can result in the inability to maintain stamina.

Regular training to increase muscular strength is also a vital part of a professional's regime, and this is tipically done by exercising with weights. Sports people are prone to injure but a quality training regime can ensure that the severity of these can be minimised.

The origin of language

The truth is nodoby really knows how language first began. Did we all start talking at around at the same time because of the manner in which our brains had begun to develop?

Although there is a lack of clear evidence, people have come up with various theories about the origins of language. One recent theory is that human beings have evolved in such a way that we are programmed for language from the moment of birth. In other words, language came about as a result of an evolutionary change in our brains at some stage.

Language may well be programmed into the brain but, despite this, people still need stimulus from others around them. From studies, we know that whenever children are isolated from human contact and have not learnt to construct sentences before they are ten, it is doubtful they will ever do so. This research shows, if nothing else, that language is a social activity, not something invented in isolation.

Movie magic. Is the cinema in decline?

The expression of diametrically opposed opinions has always been a great tool in the arsenal of journalists, especially film critics. One can easily be swayed to vouch for either side, especially if there are questions of loyalty or fundamental ideological values involved. This can be seen in the very polarised stance expressed either in favour of the position that film in the 21st century as an art or entertainment form is in decline or in the hope that it has and will always keep its hold on audiences as one of the most immediate and powerful means of moulding public awareness of social and moral issues.

Yet it might only be a question of differentiation of purposes, audience needs to create different styles or film for well-defined audiences (children, teenagers, lovers of great classics from the 20s or 50s say, advocates of social realism, fans of horror, and so on), with precise budgets and therefore well-aimed marketing strategies. Perhaps the film industry has finally come of age and can deliver well-groomed 'horses' for better known 'courses', as the saying goes. There is nobody who is forcing the wrong people to go and see either a blockbuster in a multiplex cinema with an audience of popcorn-eating spotty bored teenagers for whom going to see an action movie might well be an escape from dreariness and monotony of their everyday lives as they see it. Equally, there is no authority to make people pay for a low budget thought-provoking film in an art picturehouse if that does not appeal to them. There is always choice involved, and that is what any human art form has retained as one of its fundamental values. Besides, this does not preclude that, from time-to-time, major films with a big budget cannot manage to appeal to more layers of the target audience than just one. Similarly, not all low-budget movies are valuable in terms of artistry, still, originality or novelty of ideas they build on. Each film should be appreciated in its own context, and that way modern classics can be identified and treated equally.

Film will -hopefully- always stay around and diversify in its use of new technologies or age-old techniques, its themes and genres (be they comedies, documentaries, historical dramas, or science fiction or whatever) and its use of professionals' skills and artistry.. That way audiences will always be able to exercise their vote by choosing what to go and see next at the pictures, and extreme opinion on the decline or otherwise of the greatest art form we have can be held at bay.

lunes, 16 de marzo de 2015

Fashion and Science

At first glance science and fashion could not be more dissimilar. Science is generally considered to be a pursuit that is slow-paced, serious and worthy, whereas fashion is frivolous, impulsive and often unpredictable.

But fashion owes more to science than some enthusiasts might like to admit. Fashion houses adopt new materials in order to distinguish themselves from their various competitors. One designer recently showed off a liquid that can be used to produce clothes that are seamless.

As cotton is increasingly having to compete with other crops for land, and oil-based fabrics become less acceptable, scientists are working to develop replacements for these products. Sportswear, for example, has been transformed thanks to the use of innovative materials and scientific desings, greatly improving the performance of athletes.

lunes, 9 de marzo de 2015

Bienvenido sol

Las nubes se han ido y por fin hemos visto el sol, el frío se ha ido y ha dejado paso al agradable calor primaveral, distinto del agobiante y asfixiante propio del verano. Los niños por fin pueden jugar en el parque, se columpian, juegan en la hierba, los niños disfrutan y los padres tienen un respiro para dar un paseo, leer un libro a la sombra de un árbol o simplemente dejan a sus hijos hacer todo lo que no pueden hacer en casa. Por la calle se ven menos caras enfadadas, en las oficinas la gente tararea, la vida pasa de ser un ajetreo continuo y estresante a ser un dechado de pereza y relax. Pero no todo puede ser idílico, porque no sería natural. En los colegios y las universidades los alumnos empiezan a ver las orejas al lobo, estamos en marzo, lo que significa que los exámenes están a la vuelta de la esquina. No hay tiempo para descansar, relajarse, disfrutar de una tarde en el parque, de un café en una terraza, de leer un libro a la sombra de un árbol...sólo queda tiempo para subrayar apuntes, hacer resúmenes, esquematizar los conceptos más importantes. La vida pasa del letargo invernal post-navideño al estresante ajetreo previo a la Semana Santa. Mucha gente dice que la primavera se nota en el aire, y no soy nadie para contradecirlo, pero en mi caso se puede decir que es la cercanía de los exámenes y no la primavera lo que se nota en el aire. La biblioteca está llena de gente estudiando, las cafeterías están desiertas, igual que el trozo de prao que tenemos delante de nuestra facultad; ese mismo prao que a la hora de comer está lleno a más no poder. No hay tiempo que perder, pero sí que se puede disfrutar de la primavera, aunque sólo sea durante la hora de la comida. No hay nada mejor que comer al sol, disfrutando de ese ratito libre, cogiendo energías para aguantar toda la tarde en clase. A todos esos afortunados cuyas obligaciones no son tan exigentes como las de un estudiante en época de exámenes, disfrutad del sol, del calor, del aire primaveral...Buenos días, bienvenido sol.