sábado, 7 de enero de 2017

2016 también ha sido un gran año

Muchas personas me han enviado los típicos mensajes navideños y de año nuevo, y eso me ha hecho reflexionar. Es cierto que este 2016 ha sido un año complicado para mí, me han pasado muchas cosas, y aunque no todas hayan sido buenas, no ha sido un mal año. Mucha gente me ha ido animando, y me ha dicho “venga, ánimo, que ya se acaba este 2016, un año malísimo, y llega 2017”. Por muchas cosas “malas” que me haya traído este 2016, no creo que haya sido un año malísimo. Claro que, en cuanto decidí escribir estas líneas, me puse a pensar y, haciendo un resumen de todo lo que me ha pasado este año, sí que es cierto que he pasado por momentos duros, situaciones difíciles y he vivido desengaños con personas que jamás pensé que pudieran hacerme pasar momentos tan dolorosos. Ha sido un año de mucho estrés, muchas decepciones y alguna discusión que otra. Aún así, sigo creyendo que 2016 también ha sido un gran año.

A pesar de haber pasado meses de puro estrés y pura ansiedad, de sentirme tanto física como mentalmente fuera de lugar, de haber pasado más tiempo del que cualquiera desearía en médicos y de haber llorado desgarradoramente (desde dentro, como digo yo), a pesar de todo ello, 2016 me ha traído muchísimas cosas buenas. Me ha hecho abrir los ojos para ver más allá, para darme cuenta de que las cosas casi nunca son lo que parecen.

Este 2016 me ha enseñado que mis profesores de la universidad, aunque no todos (y más bien pocos, puedo contarlos con los dedos de una mano y aún así me sobran dedos), son más humanos y más cercanos de lo que nos hacen creer. Se preocuparon por mí cuando vieron que mi forma de ser y de actuar no era la de siempre, y procuraron echarme una mano en todo lo que pudieron, se encargaron de darme ánimos en los momentos difíciles y me tendieron la mano cuando vieron que había tropezado.

Este año también me ha enseñado que no estoy tan sola como creo, que no tengo que pasar por todo yo sola. Me ha recordado las buenas amigas que tengo, amigas que han estado en mis peores momentos y, lejos de intentar desentenderse, han pasado por ello conmigo, amigas que han sujetado el paraguas que me protegía del aguacero cuando a mí no me quedaban fuerzas. Me ha demostrado que, incluso cuando hay un océano (físico, no metafórico) entre dos personas, la amistad sigue ahí, intacta, incorruptible e incondicional. Me ha demostrado que los verdaderos amigos están a tu lado incluso cuando ellos están pasando por un mal momento. Este 2016 me ha enseñado que tengo dos amigas que valen su peso (e incluso más) en oro, son el mejor regalo que se puede tener en la vida.

El 2016 también me ha ayudado a consolidar nuevas amistades, amistades que se han quedado a mi lado a pesar de haberme visto en mis peores momentos. Y me ha enseñado que la amistad no sólo se da entre personas, sino que puedes encontrar un amigo para toda la vida en un animal. Este año me ha dado 6 luces que iluminan mi camino cuando no veo razón para seguir luchando, 6 caballos maravillosos que han sido los mejores terapeutas del mundo, que han sabido darme lo que necesitaba en cada momento, que me han hecho sacar fuerzas de donde creía que ya no había, que me han hecho dar lo mejor de mí misma y que han hecho que me esforzara al máximo.

Este 2016 me ha demostrado que la distancia no es impedimento, y que el tiempo no “estropea” las relaciones. He aprendido que la familia siempre (SIEMPRE) está a tu lado, y que te apoya incondicionalmente aunque no tenga ni idea de lo que te está pasando. Me ha enseñado que la gente que te quiere nunca te da la espalda, por mucho tiempo que haya pasado desde vuestro último abrazo, desde vuestra última conversación o desde vuestra última visita. Por supuesto, también me ha enseñado que la familia no siempre es de sangre, sino que son los hechos y no la sangre los que determinan si una persona merece ser incluida o no en la familia.


El 2016 me ha dado una nueva oportunidad, un nuevo horizonte y unas nuevas metas que alcanzar en 2017. Me ha dado fuerzas, amigos, familia, retos y cabezonería (esa cabezonería de la que tantísimo se queja mi familia y mis amigos). ¿Cómo voy a decir que 2016 ha sido un año malísimo? De eso nada, 2016 ha sido un año buenísimo, y ojalá 2017 sea igual de bueno. 

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