martes, 14 de junio de 2016

PERDÓNAME POR NO ESTAR A LA ALTURA


Días que vienen y días que van, horas que pasan y semanas que se van. Sería muy sencillo y muy cínico decir que así pasa la vida, pues entre esos días que vienen y van, esas horas y esas semanas pasan muchas cosas, y aún así nos empeñamos en encerrarnos en un día a día regido por la rutina, un día a día en el que las obligaciones nos ahogan y nos arrancan el llanto desde lo más hondo de nuestro ser y de nuestra alma. Nos dicen que venimos a este mundo a cumplir un propósito, pero nadie nos explica en qué consiste. Cada uno tenemos que averiguar el nuestro, y en ocasiones nos parece que estamos en lo cierto (por muy duro, doloroso e injusto que nos parezca, por muchas lágrimas que nos arranque). ¿Qué hacer cuando vemos que no somos capaces de cumplir el propósito que hemos venido a cumplir? Nos vamos muriendo lentamente, una garra tenaz y oscura nos va desgarrando el alma zarpazo a zarpazo, y nosotros seguimos empeñados (con más fuerza y empeño si cabe) en cumplir ese objetivo. Queremos suplir la falta de una persona que se ha ido, vivir su vida del modo en que ella lo hubiese hecho, tenemos la sensación de estar viviendo una vida que no nos corresponde, una vida “prestada” y por eso nos obsesionamos con hacer tal o tal cosa de esta manera porque ella lo habría hecho así, nos obsesionamos con la perfección absoluta porque queremos que esa persona esté orgullosa de nosotros. En ocasiones, hacemos promesas a gente que ya no está con nosotros y nos obsesionamos con cumplirlas, las promesas son sagradas, sin importar que esa o esas personas sigan o no con nosotros. Hablamos con ellas (cada uno a nuestra manera) a diario, les pedimos perdón y nos juramos que seguiremos adelante hasta cumplir nuestra palabra; y cada vez que lo hacemos notamos que algo nos arranca un pedacito de nosotros mismos, pero ¿qué hacer cuando has forjado toda tu vida y tu personalidad en torno al hecho de ser quien eres y estar donde estás, todo ello basado en una verdad que, aunque parezca inofensiva, puede llegar a ser tu peor enemiga? Fácil, crisis existencial. Si queréis que os sea sincera, no sé qué es peor. Vives tu vida intentando demostrar que mereces la pena, que has sabido aprovechar las oportunidades que te dieron, que puedes hacer muchas cosas y hacerlas todas rozando la perfección. Pero llega un momento en que todo eso se desmorona. Toda tu existencia y tu personalidad se caen, al mismo tiempo que lo hace tu muro de protección. Decepcionas a la gente a la que desesperadamente pugnas por impresionar, por orgullecer, y eso duele tanto que a veces uno no sabe qué hacer. Se queda catatónico en una esquina tratando de mantener el tipo y de encontrar fuerzas para seguir adelante. Es en esos días cuando levantas la vista al cielo y haces dos preguntas, a cada cual más tétrica: “¿Soy lo suficientemente buena?” “¿Estás orgullosa de mí?” Todo ello seguido de la más dolorosa y sincera de tus disculpas: “Lamento no haber sido capaz de cumplir mi promesa, y lamento no haber sido capaz de cumplir con tus expectativas hacia mi”.

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